29 de marzo

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Con más de 10 mil títulos, la Cinemateca Municipal se presenta como el gran reservorio de la imagen del continente

El espacio se encarga de archivar y conservar todo el material que pasa por el Festival de Cine Latinoamericano, además de donaciones públicas y privadas.

Hace 26 años, Rosario es un faro de referencia para la cinematografía latinoamericana a partir de la celebración ininterrumpida y consolidación del Festival de Cine Latinoamericano. Pero además, el arte audiovisual del continente no encuentra en Rosario sólo un punto de interés, sino una residencia permanente. Es que, desde su creación en 1995, la Cinemateca municipal aloja todos los títulos recibidos dentro y fuera de la selección y la competencia.

El archivo, que alberga más de 10.000 títulos, se incrementa con cada edición del Festival de Cine Latinoamericano Rosario, como también por la donación de organismos gubernamentales, no gubernamentales, compañías productoras y particulares. Los materiales son prestados a aquellas instituciones que incorporan el video a sus prácticas educativas, de formación o divulgación.

“Desde la primera edición del Festival, los organizadores tuvieron la visión de considerar que todo ese material que se había recibido y que no estaba en ningún otro lado, merecía tener un lugar y poder ser visto en otro momento, en otras circunstancias y por otros motivos. En ese año solamente se guardaron 200 cassettes, entre lo que se recibió para competencia y lo que se pedía como estrenos”, relata Gustavo Escalante, uno de los programadores del Festival y apasionado por el arte de la preservación o por la preservación del arte.

Por su fecha de nacimiento, la Cinemateca municipal tiene una característica muy especial: alberga en un 99% “material magnético analógico”. Es decir en formato video y no fílmico. “Nuestro archivo entendió, incluso cuando ese formato era la novedad, que había que tomarlo como pasible de ser preservado, como patrimonio. La Cinemateca municipal intenta constituirse como reservorio del patrimonio audiovisual de la ciudad”, recupera.

El sólo hecho de conservar el material, jerarquizando su valor cultural y patrimonial para el futuro, fue un acto "pionero". En ese momento, la preservación audiovisual estaba principalmente enfocada en el fílmico, dado que era lo más pasible de deterioriarse a corto plazo, y no en aquello que se estaba produciendo en el presente. Veinticinco años más tarde, el formato analógico enfrenta la misma situación que por entonces afrontaba la "lata".

A la hora de pensar el por qué de mantener un archivo público de este tipo, Escalante es categórico: el primer objetivo es preservar el patrimonio audiovisual de la ciudad y el segundo darle accesibilidad al público. Por eso se está trabajando en la digitalización y catalogación del material.

Esto conlleva “un análisis del documento en sus aspectos formales, técnicos, físicos, y hasta filosóficos. Implica describir de qué trata, qué punto de vista propone sobre una temática. Es un trabajo exhaustivo que además hay que traducir en un lenguaje específico para facilitar la recuperación, como la descripción en palabras clave”. “Así como pensamos en el espectador a la hora de programar un festival, acá hay que pensar en el usuario: cómo va a buscar ese material, cómo podemos asegurar que llegue ahí”, explica Escalante.

Rápidamente, el programador aclara que la Cinemateca no es “ni un videoclub ni un banco de imágenes”: las obras cinematográficas no son imágenes anónimas, son obras pertenecientes a un autor o autores. “Nosotros no podemos hacer lo que queramos con eso. Eso es algo a lo que le damos mucha importancia”, explica. Los archivos se ponen a disposición para fines específicos y de forma responsable.

Es que “los primeros y más fieles usuarios eran personas de la educación, que encontraban ahí, en los años noventa, cine que servía como herramienta didáctica y pedagógica”. “Se notó que esas personas requerían una formación, porque algunos docentes no estaban alfabetizados en lo audiovisual, desde lo técnico de cómo conectar un equipo a lo más formal del lenguaje. Entonces la institución empezó a formar a estos formadores”, recuerda Escalante.

La realización consecutiva del Festival, sumada a la tarea de archivo y luego a la formación, demandó la existencia de un espacio de gestión específico. Así fue como en 2001 se creó el Centro Audiovisual Rosario (CAR), que desde entonces es el ente público encargado de llevar adelante todas estas tareas, además de otras muestras y festivales. Es así que la experiencia de la Cinemateca adquiere un carácter fundacional para la gestión pública del arte audiovisual.

Desde la edición pasada del Festival, se está buscando poner en valor el trabajo de archivo. “En el 2018, la función de apertura fue Rosario, sinfonía urbana, un muestrario de imágenes que encontramos de un particular y que ahora por suerte son de dominio público. Es un registro audiovisual en video, de 1910 o 1920, donde vemos espacios que no existen más, los autos, la indumentaria. Es una fuente de información impresionante. Esta ciudad tiene escaso registro audiovisual de sí misma. Hay mucho en fotos pero son pocas las veces en que pudimos vernos y reconocernos cien años atrás en movimiento”, asegura Gustavo, reforzando de qué forma el archivo audiovisual es parte fundamental de la memoria de una ciudad.

Rosario Sinfonía UrbanaFunción de Rosario Sinfonía Urbana en la apertura del Festival de Cine Latinoamericano 2018

Para la 26º edición, se programó una mesa específica para recuperar diferentes experiencias que en el presente buscan revalorizar el archivo audiovisual. El martes 10 a las 19 en el Centro Cultural Parque de España, una multiplicidad de actores se juntarán para dialogar sobre la Memoria Audiovisual de Rosario, incluidos por supuesto los encargados de la Cinemateca municipal.

Por un lado, Sofía Elizalde compartirá la recuperación de diez minutos de fílmico de una película de Camilo Zacarías Soprano, “un director, productor, crítico y cronista que dirigió la sección de Espectáculos de La Capital por años”. Charly López hablará del estreno definitivo de su documental Los Rosariazos y de “la experiencia de encontrar el archivo, cómo utilizarlo, en manos de quién estaba y para qué puede servir”.

También van a estar Juan Pedro Aleart como parte del equipo de Captura de Pantalla, el micro televisivo de El Tres donde se reconstruyen hitos de la ciudad a partir del archivo de la televisión. “La televisión es un formato que tiene sesenta años y hay mucho material que está completamente perdido, porque al momento de registrarlo no se tuvo en cuenta esta perspectiva de futuro, esta contemplación de que ese material podía servir de documento de una época. Por eso nos pareció interesante poner en valor esta experiencia”, evalúa Gustavo.

Escalante es elocuente a la hora de argumentar a favor de esta actividad tan específica. “Es una tarea que piensa más en el futuro que en el pasado. No estamos hablando de una cosa nostálgica, fetichista con el pasado, estamos pensando en cómo nos van a ver, qué registro del presente vamos a dejar para la posteridad. Conservar un archivo es pensar en el futuro”, afirma.

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